dissabte, 17 de març del 2012


La ropa era una cosa, pero la prenda para estar en el espacio  público era otra cuestión y lo fue hasta bien entrado el siglo XVII, en la sociedad capitalina, en Medellín, Popayán, Cartagena y puertos del Magdalena como Mompox y Honda.La ropa como  prenda  marcaba el estamento social y constituía una identificación de clase o mejor de gremio o de oficio por cuanto las clases se empezaron a diferenciar como tales a partir de la industrialización del país.Mediante el traje, los diferentes estamentos de la sociedad mantenían un
aparente modo de ser, de reconocerse socialmente, las costumbre adquiridas por siglos de sometimiento de la corona española no se borrarían  por ello  de la noche a la mañana,  así la resistencia de los mayores en dignidad, más no en gobierno, fue palpable,  por ejemplo  los próceres de la independencia que se
distinguían por sus atuendos militares, se mostraron por mucho tiempo, renuentes a salir sin sus insignias,  sin sus uniformes, pues serían olvidados, cuadro que plasmó José María Espinosa con un personaje de la independencia. Los artesanos (gremio  de importancia) en igual medida se negaron a modernizar sus atuendos a pesar de ser discriminados y señalados por sus ideas y ropas. El traje como se resalta en los textos de los  escritores del siglo XVII y principios del XVII siguió su rumbo de diferenciación social y con mayor esfuerzo se introdujo de acuerdo con los cambios generados en las dos ciudades de notoria
influencia en la América hispánica  París y Londres, aunque se a de suponer se modificaban y adecuaban a las provincias de la Nueva Granada.De acuerdo con  la escritora  Susana Saulquin . Durante la naciente etapa industrial en Europa la obsesión por aumentar la producción sobre todo en cuanto a telas, conllevó a la implementación de trajes seriados que en gran medida no gustaban a las elites,  ellas no querían ser masificadas y por ello se  desató con mayor fuerza el mundo de la moda, surgiendo verdaderos oficios  para  la exclusividad en el vestir, que hoy en día son característicos de los estamentos de poder y de los grandes capitales. Así el traje incomodo e inadecuado, se convierte, anota Saulquin, de manera disimulada en una forma más del control social.

















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